Cuando levanto la mirada para desviarme de la fuerte luz que enceguece mis ojos, segundo a segundo, te puedo ver. No siempre estás, no siempre puedo. El corazón empieza a golpear mi caja torácica de tal forma que puedo sentir fuertemente mis latidos. La vida, la que por momentos me parece un hilo de acciones y consecuencias sinsentido, tiene otra forma, tiene otro sabor, pega más, huele bien y entona una constante sinfonía que no tengo ganas que se detenga.